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Vilamartin de Valdeorras

Orense - Galicia

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AGRADECIMIENTO A PILAR

AGRADECIMIENTO A PILAR

Nuestro agradecimiento a Pilar Fernández por la gentileza de su llamada en este momento que nuestra esposa, Purita, se encuentra internada por una grave neumonía, encareciendo a Pilar exprese nuestro agradecimiento a nuestros familiares y amigos valdeorreses, a los que la paciente tiene deseos de una nueva visita, recordando las de antaño.
¡Graciñas Pilar!

Joaquín

viernes, 02 de mayo de 2014 a las 21:49

 

NUESTROS HIJOS MUERTOS

NUESTROS  HIJOS MUERTOS

Si la muerte no deja indiferente a nadie, la de un hijo, aún menos. Es una de las experiencias más duras por las que pasamos.

Asumimos, en nuestro primer y desarrollado mundo, que son los mayores los que se irán primero; decimos, es ley de vida. Olvidamos que la vida tiene su propio recorrido y no podemos hacer nada para impedirlo.

Cuando nacen nuestros hijos deseamos que tengan una vida estupenda, sencilla, cuajada de vivencias positivas y llenas de éxitos, ayudamos a que sean personas responsables, comprometidas y su vida sea feliz. Sin embargo, un día, la muerte hace acto de presencia, y nuestros hijos mueren, ya sea por un accidente, una autoliberación, una enfermedad terminal, sufriendo muerte súbita, suicidio, asesinato, negligencias médicas, etc. No estamos preparados para ello. Nuestro mundo se derrumba, se viene abajo, inundándose de rabia, desconcierto, impotencia, angustia, y sobre todo, mucho dolor. Les dimos la bienvenida al nacer, les protegimos y ahora, mueren.

Quizá la muerte más "fácil" de integrar sea la de una enfermedad terminal, ya que nos permite acompañarles en su proceso, ayudarles en su tránsito, cerrando su ciclo, guiándoles en su paso por la vida y la muerte. Hemos estado junto a ellos y es importante.

Un duelo por la muerte de un hijo, no tiene un tiempo de superación. Es una muerte que deja unas heridas difíciles de curar y cicatrizar. Entre otros factores, además de lo que implica la muerte en sí, también entraría en juego nuestro dolor, nuestra impotencia y nuestra "culpa", el no perdonarnos por no haber podido evitar su marcha. La mente no para de pensar: si hubiera estado más atento, si no le hubiera dejado salir aquella noche, si hubiera .... Y en algunos casos, no nos perdonamos, nos sentimos responsables de su marcha, sin serlo.

Aparece el autoboicot, deseamos dejar de vivir. Si ellos han muerto, sentimos que les fallamos, y nos castigamos. La risa, la alegría, el juego desaparece; decidimos que la vida se estanque y pare, hay un antes y un después. Es cierto, es un hecho real. Ya nada será igual.

Pero, ¿es justo para los que nos rodean, nos quieren, y sobre todo, para nosotros mismos "el morir en vida" por la muerte de nuestros hijos? ¿Qué desean ellos que hagamos con nuestra vida? Sin duda alguna, desean que seamos felices, que realicemos nuestros sueños, aunque no es una tarea fácil de llevar a cabo.

La vida continúa avanzando. Si tenemos familia, amigos, más hijos, también necesitan de nosotros, de nuestro apoyo y alegría. Podemos elegir vivir, a pesar del dolor, e ir integrándolo, sabiendo que habrá días mejores, muy duros, que la vida será una montaña rusa de emociones y que nos acordaremos de nuestros hijos todos los días. También podemos decidir sufrir, penar, como la manera de sacar nuestro dolor, la rabia, la ira; y además, hay quién decide, volcarla en los demás.
He escuchado muchas veces a personas que han perdido a hijos, decir que su vida carece de sentido, se ha ido la alegría, el motor de sus vidas, y no se dan cuenta que a su alrededor hay más personas que también les necesitan, que les aman y desean su bienestar. En ocasiones, su propio dolor, les impide aceptar que la vida sigue, incluso les ha llegado a molestar y no entender que el resto de las personas se rían, y disfruten de momentos de felicidad.

Cada uno de nosotros vive el dolor y el duelo de manera distinta. No siempre tenemos la misma fuerza interior, ni las heridas la misma profundidad, ni dejan la misma huella y cicatriz.

Debemos perdonarnos, asumir que pese a lo injusta que es la vida, nos regala momentos maravillosos. Está en nuestra mano el vivirlos y disfrutarlos, reconocer que el divertirse ayuda a que los seres que han fallecido estén mejor, pues desean nuestra felicidad y no el dolor y tristeza. Podemos aprender a ver que toda vivencia por muy dura y difícil que sea, forma parte de las pruebas de vida que hemos elegido vivir como almas que somos.

La muerte de nuestros hijos abre caminos nuevos en nuestra vida. Rutas que facilitan el llevar a cabo, el trabajo que nuestra alma eligió realizar en esta encarnación. Podemos decidir ayudar a los demás a sobrellevar el dolor, a compartir nuestra experiencia, a acompañar en situaciones difíciles, luchar por el reconocimiento de una muerte, de una negligencia, ayudar a la sociedad a tomar conciencia de las muertes por accidente, trágicas, ayudar a cambiar leyes.....

Pues su muerte no ha sido en vano y ha abierto nuevas sendas para encontrarnos a nosotros mismos, para saber quiénes somos, qué cualidades tenemos, y qué y cómo queremos vivir la vida. Podemos elegir vivir lo positivo dentro de lo negativo. Siempre hay luz a pesar de la oscuridad.

Mª EUGENIA AURENSANZ

miércoles, 23 de abril de 2014 a las 22:50

 

Para dar las gracias

Para dar las gracias

Por vuestra buena voluntad, quiero que un día tendrais mi libro. Mal hecho, con errores, pero con todo mi corazón, ya estará en las librerías, muy pronto.

Su titulo es: YO EN MI VIDA. La editorial es: Chiado Editorial,

Fue en honor a mi Familia, como Joaquín Nieves, que lo hice y como gente de Verin y de estas páginas.
Perdón pido, por no ser algo más bien hecho. Como sé, no como he deseado.
Gracias por haberme regalado un rincón para mi en vuestras noticias.

Carminha Nieves

martes, 15 de abril de 2014 a las 16:42

 

SEÑALES DE SERES QUERIDOS

SEÑALES DE SERES QUERIDOS

Hace ya unos días, Julia, realizaba una pregunta en uno de los comentarios del blog. Quiero volver a hablar de ello, porque creo que se trata de una cuestión interesante. Y sin más misterios, dejo aquí parte de su comentario.

Julia: "... Tengo una duda hablando el otro día con una amiga que tb cree le pasa igual que ami, por que se nota más la presencia en el primer año que han fallecido? Por lo menos este es nuestro caso.

Ahora estoy pasando por momentos difíciles y por más que este paciente y algo atenta no, noto ninguna señal de ellos. Aveces si que me invade como mucha paz y protección supongo que tb es una manera de decirme que están ahí... "

¿Por qué se nota más y con mayor intensidad la presencia de los seres queridos tras su fallecimiento? La respuesta es sencilla. Tras su marcha, quieren transmitirnos cómo se encuentran, si están bien, si necesitan algo. Y lo suelen hacer, a través de señales que podemos entender con cierta facilidad. Por ejemplo, oler su fragancia, escuchar su canción favorita, sentirles a nuestro lado aunque no les veamos, sentir una caricia, verles en sueños, etc.

El dolor ante la pérdida actúa como un resorte de protección; nos aisla, blindándonos a lo que sucede alrededor. Es tan intenso, que el resto de lo que ocurre a nuestro lado parece que no importa, hasta puede que carezca de sentido, dándonos así, tiempo para sanar, para integrar la pérdida. Es parte del duelo.

Una parte de nosotros, desea tener señales, comunicaciones y mensajes de nuestros seres queridos; y a la vez, el mismo dolor, lo impide. A pesar de ello, existen momentos en los que tenemos paz; la mente y el corazón están más tranquilos y con ellos, abiertos a escuchar y sentir. Y es entonces, en esos instantes, cuando podemos sentirles con mayor fuerza.

Eso no significa que sólo se comuniquen en ese momento, porque seguro que lo han hecho más veces, sino que es cuando estamos preparados para vivirlo.

Los seres que han fallecido, una vez que han transmitido su mensaje, se sienten "liberados". Hemos recibido su comunicación, la conocemos y sentimos. Ya está, trabajo realizado. Si querían decirnos que estaban bien y lo sabemos, ya no insisten más, ya tenemos la información que querían darnos.

Una vez que el dolor va remitiendo, estamos más abiertos, queremos, necesitamos sentirles, saber de ellos. Tenemos necesidad de ellos. Sin embargo, solemos olvidar que en el otro plano, la situación es distinta a la de la tierra. Pensamos que si nos acordamos de ellos con fuerza e intensidad, lógicamente nuestros seres queridos, también sienten lo mismo.

Están a nuestro lado. Algunos eligen estar con nosotros, por ser su deseo, por su amor, su misión, etc. Cuidan y velan de nosotros. Podemos recibir mensajes o información que deseen transmitirnos. En este caso, elegirán el momento adecuado para hacerlo. Podemos estar totalmente preparados para la escucha, para sentirles y no recibir información.

Son ellos, los que deciden cuándo, cómo, dónde, a través de quién, de qué manera, etc. Generalmente, cuando les llamamos o pedimos su ayuda, solemos recibir su respuesta, a veces, nos informan directamente; y otras veces, nos damos cuenta que hemos recibido una ayuda extra, su apoyo, en determinada situación de la vida, aunque no nos lo hayan dicho.

Resumiendo, es más fácil sentir la presencia de nuestros seres al principio, durante el primer año tras su fallecimiento, porque quieren comunicarnos cómo están ya que saben que necesitamos saberlo, pues nos reconforta y ayuda a integrar su marcha.

Una vez que han dado el mensaje, su presencia tiende a desaparecer, a ser menos palpable y evidente. Eso no significa que desaparezcan de nuestra vida, sino que ya no hay tanta prisa por dar un mensaje puesto que ya hemos recibido la información que necesitábamos conocer.

Hay un cambio de papeles, llega un momento en que somos nosotros los que deseamos saber más, estamos más abiertos y podemos asimilar mejor lo que deseen comunicarnos. Debemos tener paciencia, sabiendo que ellos, que ven y saben más que nosotros, escogerán el momento adecuado para hacerse notar, sentir y transmitirnos sus mensajes.

Tampoco debemos olvidar, que muchas de las señales que nos envían, son tan sutiles que a veces que pueden pasar desapercibidas. Estemos abiertos a lo inesperado, dejemos la mente a un lado, y abramos el corazón a sentir, ver y percibir.

Mª. EUGENIA AURENSANZ

domingo, 13 de abril de 2014 a las 22:04

 

PRIMAVERA EN EL CORAZON

PRIMAVERA EN EL CORAZON

Esta semana entramos en una nueva estación. Llega la primavera, con su estallido de color, de aromas, de brotes, de esperanza, de rejuvenecimiento y trae un mensaje muy especial, el del resurgir. Tenemos la capacidad del ave fénix, la de renacer de nuestras cenizas.

La vida es un camino lleno de baches, autopistas, atajos, puentes, áreas de descanso, caídas en descenso, tirolinas, juegos, dolor, diversión, sufrimiento, alegrías. Todo ello, ayuda a que moldeemos quiénes somos, a que sepamos cómo enfrentarnos a las dificultades o alegrías del día a día. Es un impulso hacia adelante, es una llamada a no estancarnos y a observar y averiguar quiénes somos.

Tras la muerte de un ser querido, todo cambia. En algunos casos, especialmente en los que la muerte, es la de una persona enferma, tenemos más tiempo para asumir e integrar su marcha; en cambio, cuando la muerte es instantánea, desaparece la oportunidad de hacer el duelo en vida, y siendo el duelo un proceso más complicado y difícil.

Al igual que la primevera, regala el frescor, los brotes verdes, el color, también, enseña, que tras el otoño de hojas caídas y mustias, de pérdidas y del invierno de reposo y a veces helador, al final, llega el momento en que florecen los frutos. Podríamos resumirlo diciendo que son ciclos: muerte, tiempo para la calma y para que la semilla tenga la fuerza suficiente para germinar y al llegar a la primavera, muestre sus frutos.

La muerte, tiene el poder de cambiar y transformar, e incluso, transmutar. No nos deja indiferentes, nos obliga a actuar, a posicionarnos ante la nueva situación. Cada uno a su ritmo y manera. Asumir la muerte muchas veces no resulta fácil. Los sueños e ilusiones, todos los proyectos que estaban en marcha, la ausencia del contacto físico, del abrazo, de las miradas, duele. Podemos sentir impotencia, culpa, rabia, ira, angustia, ansiedad y dolor; sufrimos, y todo ello, deja heridas que irán cicatrizando poco a poco. Está en nuestras manos el intregarlo, asumirlo o el no hacerlo.

Son emociones difíciles de integrar. Mientras ocupen todo nuestro corazón, será complicado que dejemos entrada a la vida, a la alegría. La llegada de la primavera, nos recuerda que para poder florecer, hemos dejado atrás, hemos integrado y asumido, que la vida es un ciclo, llena de etapas distintas, a veces duras y complicadas, otras más fáciles y llevaderas. La vida es una montaña rusa llena de curvas, subidas y bajadas.

Antes de que la semilla fructifique, ha pasado por heladas, ventiscas, lluvias, sol, etc, y todo ello, ha hecho que el grano, sea más resistente, más fuerte. Lo mismo nos pasa a nosotros ante las dificultades de la vida, y más ante la muerte de un ser querido.

Habrá personas que decidan quedarse en el dolor, en la rabia, la ira; ya sea porque les cuesta o resulta difícil asumir la pérdida; otras, a pesar de ello, decidirán dar entrada a la luz, a los rayos de sol que harán que poco a poco, la semilla de la vida que está en su corazón, comience a florecer.

Todo es válido. Cada uno elije el proceso que necesita vivir para poder avanzar y crecer, para evolucionar. Y la muerte, es uno de los procesos más duros por el que pasamos y nos ofrece la oportunidad de recapacitar, de sentir, de reflexionar, de tomar una postura ante quiénes somos, hacia dónde vamos, y cómo queremos vivir nuestra vida.

La primavera está tocando la puerta. Permitamos que comiencen a florecer los brotes verdes de esperanza, de luz y amor en nuestros corazones. Vamos a darnos la oportunidad de seguir avanzando en nuestro camino dejando atrás en la medida que podamos, todos los lastres que arrastramos, la amargura, la rabia, la ira, el dolor. Vamos a perdonarnos, a amarnos, a sentirnos llenos y plenos por nosotros mismos y los seres que han fallecidos. Pues, a pesar de que no les sentimos tanto como nos gustaría, velan y cuidan de nosotros, y siguen queriéndonos con toda la fuerza que tiene el amor verdader

Mª Eugenia AURENSANZ

miércoles, 19 de marzo de 2014 a las 12:16

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