RESTOS DE MAREA
RESTOS DE MAREA por IÑAKI TÚRNEZ GARCIA. Llegó a primera hora, con las luces aún frías del amanecer. Ocupó un lugar privilegiado en la orilla, adelantándose al encargado de las hamacas y antes de que los bañistas atestaran la playa con sombrillas y toallas. Estaba completamente desnuda y tan sólo adornaban sus tobillos dos pulseras de carey. Tendida sobre la arena era increíblemente hermosa. El agua llegaba mansa hasta su cuerpo, perfilaba su contorno con la dulzura de un enamorado y se alejaba una y otra vez, recubriendo de humedad la silueta seca, salando cada pliegue. Su piel era de aceite oscuro, lastimada con algunos cortes por las aristas del acantilado, y su pelo aún más nocturno, con pequeños mejillones incrustados entre los rizos. Una pompa de aire reventó en el interior de su boca exhalando el aliento retenido, su último suspiro de ahogada. Pero ya entonces la playa había enmudecido en un silencio de funeral. Los rayos aún tibios del sol apenas conseguían figurar un paisaje en blanco y negro, una pincelada en sepia como en las fotografías antiguas, aquellas en las que posan los muertos su última estampa. El mar entregaba a la costa lo que no le pertenecía, al fin carnaza para las ávidas gaviotas, para las algas, para las pinzas minuciosas de las nécoras. Era la primera vez en toda su vida que estaba en una playa. Se llamaba Aisha, era marroquí y tenía veinte años.
Hoy, que nos hemos despertado con el naufragio de una patera en la que 71 personas intentaban llegar a nuestras costas os dejo este relato breve de un chico de Leiva con el que ganó hace unos meses el primer premio del Certamen de Relato Hiperbreve convocado por la Universidad Popular de Palencia.
viernes, 26 de octubre de 2012 a las 10:58
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PREGÓN DE FIESTAS FONZALECHE 2012
PREGÓN DE FIESTAS FONZALECHE 2012 (14-09-2012) http://www.youtube.com/watch?v=cDq7uvLldN0 Ana Pilar Martínez Ocio Buenas tardes: Es un honor para mí estar aquí en este escenario y dirigiros unas palabras en el inicio de nuestras fiestas. Fiestas de Acción de Gracias en honor a Nuestra Señora la Virgen del Rosario. Fiestas de gracias por la cosecha recogida. Fiestas en recuerdo de nuestros difuntos y que desde tiempos remotos se celebran en el tercer domingo de septiembre, fechas por las que antiguamente se terminaba de trillar. Hoy soy yo pregonera de Fonzaleche, pregonera de sus fiestas, pero hubo otro tiempo un pregonero por nuestras esquinas y plazas. Pregonero al son de corneta, de los bandos del alcalde, de las veredas, de la llegada del pescadero, de Pulmonías o del chatarrero. El soniquete de su música nos hacia asomarnos a la ventana, detener lo que estuviéramos haciendo para escuchar las noticias que casi cantaba. Era Liborio, y cada fiesta, vestido con traje de gala y su andar ligero, encabezaba pasacalles y procesiones disparando cohetes festivos. Nací aquí, en Fonzaleche, por eso mi infancia son recuerdos, como decía Machado, de un pueblo de Castilla entonces, a medio camino entre Logroño y Burgos, al cobijo de los Montes Obarenes y a un paso de la calzada romana que unía en otro tiempo Briviesca - Pamplona - Aquitania. Mi infancia son recuerdos de calles de polvo y barro; de cuadras en los bajos de las casas; del chasquido de las ruedas de carro en las piedras; de cantaros y calderos sobre el brocal de la fuente; de rebaños que cruzaban el pueblo y cabras esperando ser ordeñadas; de gallinas sueltas que ponían huevos en lugares recónditos; de mulas, machos y yeguas para herrar; del bálido desaforado de las ovejas ante el esquilo; de hogazas y moyetes y leche a cuartillos; de cazuelas al fresco en las ventanas; de vendimias en comportas; de coladas en el lavadero y matanzas en la calle en invierno. Mi infancia son recuerdos, del Tres navíos en el mar en las noches de verano; del hombre con más ojos que días tiene el año; del brillo de los zapatos en la noche de Reyes; de la televisión en el salón parroquial; de los tejados que se juntan por las noches; de las campanas a vuelta los días de fiesta; de la clase con tres encerados compartida con todos los niños del pueblo; de cerezos, melocotonares, moras y agrazones. Los recuerdos de mi infancia van ligados a sus calles y casas, a los animales que convivían piel con piel con nosotros, pero también y sobretodo, a esos hombres y mujeres que fueron e hicieron Fonzaleche aunque ya no estén. A los hombres que comían en el campo para aprovechar el tiempo; a las mujeres que cargaban, por caminos abrasados de sol, las cestas de la comida; a los hombres, casi niños, que salían al tajo antes de amanecer; a los niños y niñas que iban de vez en cuando a la escuela porque había que ganar un jornal o se necesitaba su trabajo en casa; a los hombres y mujeres que tuvieron que salir de su tierra en busca del pan; a los abuelos, padres e hijos que vestían ropas de domingo para la misa; al médico que lo mismo atendía un herido por la coz de una mula, sacaba una muela o ayudaba a nacer; al cura cambiando la sotana por el vaquero para ganar un jornal; a la maestra calentando en la estufa de la escuela la leche que tomaríamos en el recreo; a los hombres, viejos prematuros, con traje de pana y boina negra, sentados al sol en los bancos de piedra viendo pasar el tiempo; a los hombres y mujeres de campo, trabajadores de sol a sol, aceptando con resignación la sequía que arruina sus cosechas o el pedrisco que no deja nada; a las mujeres de campo, madres, esposas y amas de casa al mismo tiempo; a esas personas austeras y anónimas que están en la mente y en el recuerdo de cada uno de nosotros y que son historia y memoria de Fonzaleche. Y permitidme que os hable también de una amiga de mi infancia, amiga de todos, que hubiera estado en esta plaza esta noche, ahí donde estáis vosotros, pero que sólo puede hacerlo a través de nuestro recuerdo. Pepi. Juntas hicimos la primera comunión un día del Corpus Christi, un jueves luminoso y feliz. Por su fuerza, por su valor, por sus ganas de vivir, por la dignidad con que enfrentó una etapa muy dura de su vida, quiero recordarla esta noche en esta fiesta. Para ella, que amó como nadie este pueblo al que regresó para no irse nunca; para ella, éste pregón que sé le gustaría. Pero es tiempo de fiesta y ella, que era de sonrisa fácil, hubiera querido que os hablara de fiestas, las fiestas de mi infancia que fueron también las suyas. Éramos muy pequeñas cuando en esta plaza, abrazada a mi padre para protegerme del ruido que me asustaba, veíamos los fuegos de artificio que estallaban ahí donde está ahora la fuente y como si fuera cosa de magia, cuando acababa el chisporroteo de luz y cesaba el ruido de la traca y las aspas dejaban de dar vueltas aparecía, ante nuestros ojos maravillados, grabado a fuego sobre un pergamino, la figura de la Virgen del Rosario o del patrón San Martín, cuyas imágenes se veneran en nuestra iglesia. O esa otra fiesta con el olor a fuego todavía en el aire, en el que los bomberos terminaron de apagar los rescoldos de la morena de paja que había ardido durante días en la era de la cooperativa llenando de miedo, humo y pavesas el pueblo entero y porque no decirlo, también de solidaridad y esfuerzo común plasmado en mi memoria infantil en cordadas de calderos desde los pilones de la fuente dura. Pero las fiestas fueron también reivindicación a golpe de pancarta para que siguiendo la estela de los pueblos del entorno se cambiarán al mes de agosto; algo que el sabio proceder del consistorio del momento no considero oportuno y prefirió mantener la tradición. Aunque si es cierto, que accedió a que las fiestas fueran de viernes a domingo y no de sábado a lunes como había sido siempre. Un cambio que ha perdurado hasta nuestros días. Y también la fiesta fue trabajo, colaboración y esfuerzo en el bar de los jóvenes para sacar unas pesetas para ayudar en la organización al exiguo presupuesto municipal. Pero sobretodo, recuerdo las fiestas por su sabor a reunión familiar, a reencuentro con los amigos de siempre y con otros que sólo veíamos de vez en cuando, a alargar la noche hasta la madrugada y amanecer en las bodegas, a apurar las horas y los minutos porque hasta el próximo año, y nos parecía tan largo, no volverían. Esas fiestas que yo recuerdo son las que deseo para todos en esta noche. Fiestas entrañables con la familia, fiestas alegres con los amigos, fiestas divertidas con música y buen tiempo. Horas y horas para el disfrute, la alegría y la diversión. ¡FELICES FIESTAS! ¡VIVA FONZALECHE! Los verdaderos artífices de las fiestas son los jóvenes. Ellos, que serán en el futuro quienes conserven y protejan el patrimonio de nuestro pueblo, son hoy encargados de representarnos en estas fiestas y durante este año. Recibamos con un fuerte aplauso a la Reina de las Fiestas Fonzaleche 2012, Silvia y al Mister Fonzaleche 2012, José Nicolás.
miércoles, 26 de septiembre de 2012 a las 20:32
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