Recuerdos de la abuela Macaria

A la abuela Macaria Beltrán se le hacía la boca agua cuando hablaba de Buñuel. Esta octogenaria fue una buena modista que inculcó este arte a su hija Margarita. Las dos formaban un tándem perfecto a la hora de realizar cualquier trabajo con el hilo y la aguja. Las conocí en el hospital Reina Sofía y era una delicia escuchar las historias que contaban sobre las maravillas de un pueblo del que se sentían muy orgullosas.
A buen seguro que Macaria podría haber realizado la crónica de Buñuel, El pueblo del pimiento, como era popularmente conocido hasta hace unos 20 años. Y es que aquí se encontraba la mejor plaza para comercializar esta hortaliza que, hasta entonces, era el principal cultivo dentro de las humildes estructuras familiares de la comarca. Cientos de agricultores hacían cola en la plaza San José de Calasanz, con sus caballerías y tractores, para vender sus ricos pimientos a los hermanos Gerardo y Pablo Los Chuecas, a Ramón Madurga o El Chato Pelagio, entre otros compradores de la época. Pese a que el ambiente era espectacular, los tiempos cambian y esta hortaliza dejó de ser rentable. Este hecho provocó que se dejara de cultivar y que se perdiera esa escena de cientos de caballerías y tractores esperando su turno para pesar en la báscula municipal.

Ahora es la alfalfa una de las más importantes fuentes de ingresos de los agricultores, no sólo de Buñuel, sino de las localidades de la zona. Macaria me contaba que en su pueblo estaban cambiando mucho las cosas, ya que el desarrollo industrial empezaba a dar sus frutos. De hecho, se ha construido un polígono que tiene una extensión de cerca de 350.000 metros cuadrados, donde ya se han instalado ocho empresas y se comenta que hay otras tres interesadas en implantarse. Algo que la juventud, sobre todo, ve con buenos ojos para apartarse del campo y dedicarse a la industria, sin necesidad de salir de su pueblo. Unos jóvenes que, además, tienen unas grandes inquietudes culturales. Ahí están la banda de música, los gaiteros, el teatro, la comparsa de gigantes, los dantzaris...

A la abuela Macaria le brillaban los ojos cuando se refería a Santa Ana, la patrona de Buñuel. Es tanto el cariño que le tienen sus vecinos que le honran por partida doble. Por un lado, en las fiestas pequeñas del 26 de julio y, por el otro, en las grandes del 15 de agosto. En ambos casos, es emocionante asistir a la procesión y a la misa cantada por el coro parroquial. Paco Laguardia, el sacerdote, es consciente del amor que sienten los buñueleros por Santa Ana y me comentaba que es a ella a quien se encomiendan en los momentos buenos y en los malos. Macaria recordaba entusiasmada que este pueblo ha plantado la bandera en cuanto a buenos recortadores de vacas bravas. Cuando era más joven, tuvo la oportunidad de ver en plena acción a valientes como Jesús González Litago El Parejo y a Arturo Chueca Miranda El Rullao, entre otros. La pasión por el arte de recortar vaquillas fue creando escuela y algunos también recuerdan a los hermanos Chueca. En una ocasión Miguel me llevó a su almacén para que comprobara cómo había domesticado a una vaca que, sin embargo, al salir a la plaza demostraba su bravura y se convertía en un auténtico demonio. Pese a que el número de recortadores va descendiendo con el paso de los años, todavía hay jóvenes como César Lavilla Karembe o Ricardo Osta Ricki, que siguen deleitando a los buñueleros con sus quiebros frente a los astados.

No sé si a la abuela Macaria le gustaría el fútbol, pero me hubiera gustado decirle que la directiva del Club Deportivo Buñuel estaba haciendo una gran labor de promoción de la cantera. Más de cien niños, adolescentes y jóvenes configuran las distintas categorías. El primer equipo milita en Primera Regional, pero todavía recuerdo aquellos años gloriosos en los que jugó en Regional Preferente. Había una gran afición y el campo se llenaba de público. Sin embargo, ahora son pocos los aficionados que van a animar a los chavales. Y eso seguro que a la abuela Macaria le hubiera entristecido tanto como a mí. Me hubiera gustado decírselo, pero no me dio tiempo porque esta gran mujer falleció hace unos días. Pese a todo, siempre recordaré su sonrisa, su alegría, su sabiduría y su gran amor por el pueblo que la vio crecer: Buñuel.

lunes, 09 de febrero de 2004 a las 0:00